domingo, 3 de octubre de 2010

Deaf

Después de mucho tiempo, finalmente, estoy tomando clases de lenguaje de señas...¿para qué? Para ser más cool,  por supuesto... no, esa no es la respuesta. Es tan sencillo como conocer un mundo totalmente nuevo, algo parecido a cuando te aventuras al mundo de una persona, un idioma, una cultura; entender. Y es que más allá de ser un idioma distinto, hay factores que van consigo y me dejan perpleja. Yo creía que sólo iniciaba una nueva materia: estructura gramatical, movimientos, nuevas personas que conocer, leer y bla bla. Mi sorpresa se dio cuando el profesor era sordo-mudo, sorpresa agradable, pues sería un "hablante nativo" -no sé si lo que acabo de escribir haya encajado bien-; por ser primera clase, teníamos a una traductora, la que hizo que la primera clase fuese fácil y didáctica. Nuestro terror comenzó cuando supimos que desde la segunda clase sólo seríamos nosotros -llenos de ganas de aprender... pero sin saber más que el abecedario en señas- y nuestro profesor. Personas habíamos de todas las edades y procedencia cultural. Mateo, el profesor, analizó la empatía que podíamos tener  latinoamericamos, africanos y sordomudos en la cultura estadounidense. No fue despectivo en alguna forma, sólo comparó la fase de integración en común y la empatía que siente -sentimos- ya que deben 'luchar' por abrirse un espacio -me carga que se me olviden las palabras '¿equitativo?¿igualativo?¿por igual?¿equal?'-  dentro de esta sociedad. En la primera clases aprendimos más sobre la cultura, por ejemplo, los hijos al terminar la escuela, suelen dejar el hogar, el que realmente no llaman hogar, sino que lo ven como un centro de incompresión -esto cuando los padres son oyentes-, para buscar a otros pares, ya que como todo ser humano necesitamos, más que ser comprendidos, sentirnos comprendidos.  Y si nuestra principal fuente de amor -padres- no tienen esta habilidad, será muy difícil encontrar una vía para el crecimiento de lazos afectivos. TÚ NO ME ENTIENDES.
Cuando el profesor decía esto, yo recordaba mi período -o períodos- de incomprensión dónde solía decirle aquéllo a mis padres, e imaginaba cuán difícil debía ser para un hijo sordo-mudo lograr que sus padres oyentes lo entiendan, puesto que si bien los padres tienen la posibilidad de aprender un nuevo idioma para comunicarse con su hijo, las circunstancias y herramientas para convivir en este mundo son... distintas.
Mateo, nos contó que es preferible que suceda un caso padres e hijo sordomudos que padres oyentes e hijo sordomudo, de esa manera, se logra el desarrollo de la persona en todo aspecto, ya que como la naturaleza lo ha mandado desde siempre, nuestros padres son nuestro pilar y de allí todo lo demás es un parque de juegos.
Ya estoy aprendiendo vocabulario y tengo preguntas para la siguiente clase.
Hay algo que percibí mientras transcurría la hora. Me era difícil mantener la atención -vista- hacia el profesor, acción primordial si quiero saber qué me está diciendo. No es fácil. En una clase de oyentes, simplemente bajo la cabeza mientras mis oídos automáticamente reciben la información, o parte de ella; aquí fue imposible captar algo sin tener mi cabeza fija a las manos, expresiones e intenciones del profesor. También, pasó que en algún momento incómodo en el que necesité mirar hacia otro lado, al volver la vista hacia el profesor me di cuenta que lo que había hecho hace un momento fue una estupidez, pues dejé de ver qué señas hacía y por lo tanto me perdí. ¿Qué haría si no pudiese oír? Mi vida sería completamente complicada y mis ojos serían mi salvación.